Desde mucho tiempo atrás, estos días del calendario son festejados con mucha actividad religiosa, social y cultural pues en el transcurso del tiempo se han cimentado las tradiciones y costumbres que luego dan paso a lo que llamamos cultura. En Chichicastenango, comparten dos culturas, la indígena y ladina y para estas fechas se ponen de manifiesto las diferencias culturales que hay; por ejemplo en el aspecto culinario, la cultura ladina ha acostumbrado comer fiambre, ayote en dulce y pan de elote. Mientras que en la cultura indígena se come güisquil, ayote y elotes cocidos, así como tortillas de elote conocidas como Akua. En lo espiritual algunas familias indígenas se presentaban al cementerio y con actos costumbristas, iban a traer el espíritu de sus difuntos y los conducían a su casa guiados con pino, flores e incienso dejándoles servida la mesa para que comieran lo preparado, o sea ayote, güisquiles, elotes y akua, además de dejarles agua y un lienzo para que se secaran las manos. También se acostumbraba ir al cementerio a comer junto a la tumba de los difuntos. En la cultura ladina se ha acostumbrado adornar las tumbas con flores o coronas.
Pero en los años 50 y finales de los 60 existió otra tradición entre la patojada de ese entonces y es la que vamos a recordar, se trataba del juego de la cerbatana. Este juego consistía en que los patojos se agrupaban y realizaban pequeñas guerras o batallas, el escenario era el cementerio, los instrumentos para jugar eran un pedazo de caña de cohete convertido en cerbatana y unos pequeños frutos de color blanco que para la época de noviembre florecían y aun florecen en cercanías del cementerio. Cuando todo estaba preparado, es decir; lista la cerbatana y las frutas se iniciaba la acción el 1 y 2 de noviembre en horas de la mañana y tarde. Como se jugaba? Pues cada quien se echaba los pequeños frutos a la boca y después los expulsaba a través de la cerbatana soplando fuertemente hasta impactar en el cuerpo de los miembros del equipo contrario, los grupos se corrían en el cementerio escondiéndose detrás de los panteones y tumbas.
Era alegre aunque a veces se salía de control el juego cuando se afectaba a personas que visitaban el cementerio, generando algunas llamadas de atención o como decimos comúnmente, unas buenas regañadas de parte de las personas adultas. Aunque un poco violento o desordenado el juego formó parte de las tradiciones hasta que las nuevas generaciones ya no lo practicaron dando lugar a que desapareciera hace mucho tiempo el juego de la cerbatana.